lunes, 16 de febrero de 2015

Mi ciudad

El hombre orquesta, que nunca, nunca, nunca, dice nada.

Acabo de salir de la última cafetería abierta de Madrid
a las tres de la mañana,
y de tomarme el último café con tostadas que tenían preparado.
  Como era el último me lo he tirado por encima.
Y las tostadas las he mojado en tu café, 
aprovechando que se te había quedado frío
porque te da por desaparecer de las terrazas a las dos de la mañana.

Volvía para casa y he perdido las llaves,
he vuelto hacia adentro, y no encuentro nada.
ni las llaves ni la casa.


Estoy subido a un abismo en el penúltimo piso,
en un balcón de una de tus cosquillas,
y lo veo todo deshilachado,
unido, por pegamento de fotos,
o dedos que ya no surcan por tus muecas
que tienen poco o nada que ver
con tu risa.

Me he olvidado de cien cosas, 
estoy en la ciento uno, poco a poco,
pero me cuesta hacer desaparecer zarpazos de agujas 
de rematar descosidos,
pero no te olvides nunca,
Cuando me rompas en vida, te devuelvo el corazón



 Y tengo todo el costado raspado de caer al suelo
y ensangrentado de apretar para taponar la herida,
y eso, si lo unes con mis ciento diez manías, 
te quedan nueve cosas que puedes empezar a repasar,
para que no las olvides nunca,
son la franja del error, que siempre puedes volver a cometer.

Tengo gestos que ya no me recuerdo,
tengo mañanas que ya no se devolver,
y tengo las alas puestas en su sitio.

 También tengo una ciudad en casa,
con dos murallas que me protegen de todos los golpes,
y una soldado en la trinchera que me cubre cuando viene el enemigo,
y que lucha como nadie,
y yo, que siempre me levanto el primero
para preparar el café a mis dos capitanes generales
que aguardan en la torre del castillo,
y el té a mi compañera de fatigas,

que viene de crear una nueva ciudad de colores a su paso por la mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario