domingo, 22 de febrero de 2015

resucité mil y una vez más

Y lo mejor de todo es la música que suena cuando todos estáis en silencio
y lo mejor de todo son los pasos que nunca se escuchan cuando viene alguien corriendo
y lo mejor de todo son las voces de gritos que no suenan cuando me llamas
y lo mejor de todo son las llamadas que descuelgas de madrugada
y lo mejor de todo son las nevadas del verano
y lo mejor de todo son los árboles que han replantado en el camino de mi casa
y lo mejor de todo son los libros con tachones y respuestas
y lo mejor de todo son los golpes cuando ya no hace daño
y lo mejor de todo es oír mi nombre pronunciado por la música


Lo peor de todo es hundirte en un charco,
que no se ve el fondo, ni se escucha el principio,
porque no hay charco, ni tiene final.

Lo peor de todo es volver a perder el juicio
y rellenarlo por dentro con ensayos,
que casi los acabo.

Lo peor de todo son los cristales de las ventanas
casi rotos, porque cortan más que nadie.

Lo peor de todo es pedir auxilio 
cuando eres capaz de revivir solo

Lo peor de todo es nadar en contra de la corriente
y a favor de las mareas.

Pero bailando se entiende la gente;

 aprendí a bailar con millones de problemas,
que resbalaban uno a uno por mí,
por debajo de la piel,
 que siempre me ha crecido tu sombra,
por ti,
que preferiste esperar sentada
a que los problemas te besaran los zapatos,
y tener el barco listo para partir
y que todo, absolutamente todo,
nos daba igual.

y que entre carteles que no ponen más que nuestras caras,
agitando las conciencias de la gente,
que nos mira,
porque van a vencer una vez más,
sin que nadie les ayude a ganar.



y lo mejor de todo es que la música suena en silencio.






lunes, 16 de febrero de 2015

Mi ciudad

El hombre orquesta, que nunca, nunca, nunca, dice nada.

Acabo de salir de la última cafetería abierta de Madrid
a las tres de la mañana,
y de tomarme el último café con tostadas que tenían preparado.
  Como era el último me lo he tirado por encima.
Y las tostadas las he mojado en tu café, 
aprovechando que se te había quedado frío
porque te da por desaparecer de las terrazas a las dos de la mañana.

Volvía para casa y he perdido las llaves,
he vuelto hacia adentro, y no encuentro nada.
ni las llaves ni la casa.


Estoy subido a un abismo en el penúltimo piso,
en un balcón de una de tus cosquillas,
y lo veo todo deshilachado,
unido, por pegamento de fotos,
o dedos que ya no surcan por tus muecas
que tienen poco o nada que ver
con tu risa.

Me he olvidado de cien cosas, 
estoy en la ciento uno, poco a poco,
pero me cuesta hacer desaparecer zarpazos de agujas 
de rematar descosidos,
pero no te olvides nunca,
Cuando me rompas en vida, te devuelvo el corazón



 Y tengo todo el costado raspado de caer al suelo
y ensangrentado de apretar para taponar la herida,
y eso, si lo unes con mis ciento diez manías, 
te quedan nueve cosas que puedes empezar a repasar,
para que no las olvides nunca,
son la franja del error, que siempre puedes volver a cometer.

Tengo gestos que ya no me recuerdo,
tengo mañanas que ya no se devolver,
y tengo las alas puestas en su sitio.

 También tengo una ciudad en casa,
con dos murallas que me protegen de todos los golpes,
y una soldado en la trinchera que me cubre cuando viene el enemigo,
y que lucha como nadie,
y yo, que siempre me levanto el primero
para preparar el café a mis dos capitanes generales
que aguardan en la torre del castillo,
y el té a mi compañera de fatigas,

que viene de crear una nueva ciudad de colores a su paso por la mía.